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7/31/2015

"Las vacunas son unos de los mejores inventos de la historia"

 
José Ramón Alonso para Jot Down 77

Aprovechamos la presencia de José Ramón Alonso (Valladolid, 1962) en el Evento Jot Down ciencia 2015 para conversar con él sobre autismo, vacunas, el estado actual de la universidad o el papel de la divulgación científica en nuestra sociedad. José Ramón es doctor en Neurobiología por la Universidad de Salamanca (donde también es catedrático de Biología Celular), director general de Políticas Culturales en la Junta de Castilla y León y comisionado para la Lengua Española en la Junta de Castilla y León. Además ha escrito varios libros, mantiene un blog sobre divulgación científica y es colaborador habitual en páginas como Naukas, Autismo Diario o Jot Down.
En tu blog has escrito un post bastante largo y exhaustivo en el que respondes a los principales argumentos antivacuna.
Este post surge a raíz de una discusión que tuve unas semanas atrás con parte de mi familia. En ese momento me di cuenta de que daba por supuesto toda una serie de conocimientos que me parecían tan evidentes y tan demostrados que me resultaba sorprendente que hubiera que explicarlos. Pero al contrario, es importantísimo hablar de ello, hacerlo con respeto y en buen tono y aclarar las numerosas dudas que tiene la gente en estos momentos sobre la vacunación. Hay que explicar que las vacunas son uno de los mejores inventos de la historia de la humanidad y que debemos vacunar a nuestros hijos. Probablemente no tendría que hacerlo un particular, pero como servidor público que me considero estoy encantado de hacerlo.
¿Qué te llevó a dedicarte a la ciencia, hubo algún momento en particular o surgió con el tiempo?
Mi vocación nace muy pronto. Mi familia materna es de médicos de pueblo desde hace varias generaciones y algunos de mis hermanos también eligieron estudiar medicina, pero yo quería ser biólogo, lo tenía claro. Leí de chaval una biografía de Santiago Ramón y Cajal que me impactó mucho y siempre supe que quería que ese fuese mi futuro.
En biología hay distintos caminos pero sabía que me gustaba el laboratorio. Tuve dudas entre cáncer y cerebro, que eran los dos temas que me apasionaban, pero llegó un catedrático nuevo que nos abrió las puertas al mundo de las neuronas y decidí que la neurociencia era lo mío.
Para los recién licenciados: ¿cómo llega alguien a convertirse en catedrático de Biología?
Debería hablar sobre cómo es ahora, que es lo que puede interesar a los lectores, pero quizá no ha cambiado tanto. Primero está el tema del expediente, hay que esforzarse por tener buenas notas en la carrera porque es clave para los primeros pasos, las primeras becas. Lo segundo es que tiene que ser vocacional, porque es una labor muy difícil de llevar si te lo tomas como si fuera un trabajo de oficina. Debes divertirte con el trabajo, usar tu creatividad, moverte y explorar. Y lo tercero es que tienes que saber lo que quieres, tienes que tener perspectiva y paciencia y esforzarte por hacer las cosas cada día un poco mejor para lograr tus objetivos. Supongo que es una mezcla de constancia, esfuerzo, buenos maestros y un poco de suerte.
En este país estamos en unos momento de depresión social en el que nos creemos que todo es un desastre, que no hay posibilidades y que todo está perdido, pero no es así. De hecho, el mundo es global y la calidad de la ciencia en España es perfectamente homologable con la de los países más desarrollados. Hay que pensar que vendrán tiempos mejores.
He vivido en Alemania y en Estados Unidos varios años y he trabajado periodos cortos en muchos países. Ahora puede ser un momento de apostar por la movilidad. Pienso que eso es parte de la ciencia, que es un ámbito de generosidad y de buena gente. Hay que ver la movilidad internacional no como un sacrificio sino como una oportunidad de conocer otra cultura, aprender otro idioma y disfrutar haciendo una ciencia excelente.
Por otro lado, me preocupa enormemente la situación de los jóvenes científicos españoles, no puede ser que les abandonemos, que no tengan un futuro. En un momento determinado tuve que irme porque aquí se me cerraron las puertas, pero pude volver. Este país no se puede permitir perder a una de las mejores generaciones que ha tenido jamás. No puede ser que esos que salen fuera no puedan tener jamás la posibilidad de regresar.
¿Es endogámica la universidad?
Es muy difícil ir por libre. De alguna manera necesitas un grupo que te apoye en determinadas cosas, pero esto pasa en todas partes. Esta semana he hecho dos cartas para antiguos alumnos, no son alumnos a los que les haya dirigido la tesis sino estudiantes con los que tenía buena relación y de los que guardo un buen recuerdo. Necesitas esa parte. Os pongo mi ejemplo: en el sistema de oposiciones que había en mi época mi jefe me dijo que el ejercicio que tenía que presentar debía tratar sobre plantas. «¡Llevo años trabajando en neuronas y me dices que haga el ejercicio sobre plantas!», le dije. Y él, que siempre ha sido más listo que yo, me contestó que sí porque estaba acostumbrado a trabajar en el área de los tejidos animales, pero de plantas solo sabía lo que había aprendido en las clases. Significaba forzarme a trabajar la otra mitad de la asignatura de Citología e Histología Vegetal y Animal. Habló con un compañero de su antiguo departamento que trabajaba con plantas para que yo fuese a hacer una estancia en aquel laboratorio y aprendiese más sobre células y tejidos vegetales. Eso completó mi formación y me hizo más competitivo, pero seguramente yo solo no hubiese llegado a esa conclusión ni hubiese podido formarme tan bien.
Respecto a la parte de la endogamia, lo malo es si estás promocionando a uno malo por delante de uno bueno. No soy nada futbolero, pero pongo un ejemplo que la gente entiende: imagínate que tienes a Messi ahí, en La Masía, un muchacho de dieciséis años, y nuestro sistema dice que no puede jugar en el Barcelona, que tiene que irse a jugar en el Real Madrid o en otro equipo. Los culés se subirían por las paredes, ¿por qué nos obliga a desprendernos de alguien que nos gusta, que va a mejorar, que ha mamado nuestros sistemas, que comparte nuestra cultura? Nuestro sistema universitario dice que hay que fomentar la movilidad, cosa que me parece bien, y que no puedes concursar en tu propia universidad salvo que estés tiempo fuera, al menos un año. ¿Qué ha hecho mucha gente? Irse un año fuera, pero a veces a la universidad de al lado. Respetamos la letra de la ley pero no su espíritu. Por otro lado es necesario que haya movilidad, es enriquecedora, es sana. Lo que quiero decir con todo este rollo es que las escuelas no son la mafia, que necesitamos fomentar la movilidad y no lo estamos haciendo.
Luego hay cosas que damos por supuestas. Tenemos muy clara la parte de investigación pero no tenemos tan clara la parte docente, que es como la hermana pobre. Las universidades son, ante todo, centros docentes. Lo que les da sentido es que hay estudiantes. Hay que valorar esa parte y trabajarla y cuidarla más, no dar por supuesto que cualquiera es capaz de dar clase perfectamente desde el día uno; eso no es verdad y no sucede en ningún sitio. Las buenas universidades tendrían que perseguir, cuidar y mimar a alguien que es un buen docente tanto como al que es un excelente investigador o al que hace muchas patentes y consigue mucha financiación para la universidad.

José Ramón Alonso para Jot Down 0

Hablando más concretamente sobre tu carrera y sobre el autismo, supongo que te darán ganas de darle una bofetada a más de uno cuando sale con la artimaña de Wakefield en la que relaciona las vacunas con el autismo.
Bofetadas no, pero me indigno. Yo llegué al autismo por una casualidad. Trabajo con ratones y en un momento dado tuvimos unos que perdían células de Purkinje en el cerebelo, un tipo de neurona. Y me dije: «bueno, ¿esto para qué puede valer?». Sabía que hay ataxias cerebelares, es decir, gente que se va quedando paralítica por daños en las células de Purkinje, y ahí abrimos una vía interesante para trabajar. Pero después encontré un par de artículos realizados con material de autopsias de personas con autismo en el que se explicaba que han encontrado que pierden células de Purkinje y que es el único hallazgo común a muchas personas. A raíz de eso comencé a leer sobre autismo y descubrí un tema que ahora defino como apasionante pero que en aquel momento me horrorizó porque ¡había tanta basura, tanto engaño, tanto sinvergüenza!
Durante un tiempo se le echó la culpa del autismo a los padres. Imaginaos lo que es tener en casa a un chaval con una discapacidad para la que no hay una cura y que encima te digan que es culpa tuya. Esa es una parte de la situación, la ignorancia peligrosa. Y luego están los estafadores como Wakefield, gente que promociona una serie de pseudoterapias sin base científica que cuestan un dineral y que dejan a la gente en una situación terrible mientras ellos se forran.
Recuerdo a un padre que me llamó porque estaba haciendo una dieta quelante con su niño y me comentaba que veía al pequeño mejorar pero que ya no podía pagarlo, que había hipotecado su casa y ya no sabía qué más podía hacer. Nunca comento diagnósticos ni tratamientos, pero le dije que todas las investigaciones que se han hecho al respecto de esta dieta indican que esto no tiene una base y que no se ha demostrado que tenga efecto. Él, ante esto, me decía: «Ya, pero el niño mejora». Sin embargo, lo cierto es que en general van mejorando no por ese tratamiento que le está arruinando, sino porque cada vez sabemos atenderles mejor y porque en la escuela le van pillado el tranquillo. Le expliqué que lo que hace la ciencia es coger a cien niños que siguen un tratamiento, por ejemplo esa dieta, y cien que no lo están siguiendo. Estos cien sirven de grupo de control, es decir, nos sirven para comparar los resultados que se dan entre unos y otros. Entonces es cuando sabemos, con cierta objetividad, si el tratamiento funciona o no. «Ya, pero es que le han hecho un estudio químico y se ve que baja la cantidad de metales pesados». Entonces le dije: «¿Le importa escanearlo y mandarme el estudio?» y resulta que el análisis químico lo hacía el mismo que le vendía las dietas, el círculo perfecto.
El autismo es un tema que afecta a muchísimos niños, las cifras impresionan. Es necesario combinar prudencia y esperanza, pero tengo la sensación de que empezamos a tener las herramientas que soñábamos y hay muchas piezas que empiezan a encajar. Si me he implicado tanto es porque científicamente me apasiona y por solidaridad con esos padres y madres con los que he hablado. Muchas veces piensan que yo tengo un hijo con autismo y no lo tengo, pero me pongo en sus zapatos y de verdad que lo que viven en muchos casos es muy duro. Aunque todos hayamos oído hablar del autismo no hay tanta gente que lo conozca a fondo, por lo que los padres se encuentran con dificultades en las escuelas, en los servicios sociales, a veces incluso en sus propias familias… Al mismo tiempo, también se ven avances, cada vez más profesionales que saben cómo abordar esta situación, y te das cuenta de que estamos haciendo una limpia de tonterías, errores y curanderismos. Existe la necesidad, al igual que decíamos antes con las vacunas, de que desde la ciencia nos quitemos la jerga y tratemos de hacer comprensibles los estudios y avances que se están haciendo y también que nos pongamos las botas de goma y bajemos a las alcantarillas para decir: «esto que hay aquí es mierda» o «esto puede merecer la pena y hay que seguir estudiándolo a la luz del día».
El caso de Wakefield es increíble. Hay gente como él que se aprovecha de ese sentimiento de «por mi hijo hago lo que sea». Pues claro que sí, es normal que hagas lo que sea y más aún cuando encima ves que es el más frágil y el más necesitado de ayuda, pero nosotros los científicos tenemos que plantar cara a estos desalmados y destapar sus engaños, y debemos acercarnos a las familias, agarrarles de la mano y decirles: «estamos a vuestro lado y no vamos a dejar que caigáis en manos de sinvergüenzas». Por tu hijo lo que sea, pero que sea seguro y eficaz. Y la biomedicina es la que puede decir si un tratamiento lo es o no lo es.
Está demostrado que la estimulación temprana en personas con autismo funciona y que es necesaria mucha psicología y mucha atención. Sin embargo son tratamientos muy caros que la Seguridad Social no cubre. ¿Qué esperanza hay de que esto mejore y cómo se puede solucionar?
La respuesta debe darse a todos los niveles. Por ejemplo, he dado últimamente bastantes charlas a profesores invitado por el colegio. ¿Por qué? Porque cada vez se encuentran con más casos de críos con autismo y están preocupados e interesados. Y estoy convencido de que esos maestros, que no son especialistas, que dan clases de todo tipo, harán mejor las cosas, ayudarán más a esos niños con autismo, se sentirán más cómodos y llevarán mejor al conjunto de la clase porque han aprendido algunas nociones básicas sobre el tema.
Hay que formar a todo el personal educativo, al personal sanitario, a los de asuntos sociales, eso es una parte del trabajo, y también hay que formar a las familias. Los amigos con los que trabajo en el tema del autismo en Salamanca están haciendo un magnífico trabajo con los pediatras. Es crucial para que no queden casos sin diagnosticar, porque solo tras el diagnóstico podemos hacer una atención adecuada. Es crucial también demandar a las autoridades políticas servicios adecuados porque lo que dices es cierto, la atención individual, intensa y constante es importante, pero no hay quien pueda pagarla.
A veces son cosas muy sencillas pero que tienen un gran impacto. Otra actividad en la que he participado era una especie de campamentos para hermanos de niños con autismo. Son chavales que a veces están avergonzados porque sus amigos les dicen algo o se burlan de ellos o de su hermano. Pero en ese campamento están con muchachos en su misma situación, comparten sus emociones y dejan de ser los únicos con esos problemas.
Pienso que todos podemos poner un grano de arena. También desde la universidad. Hemos tenido en nuestro instituto de investigación a un chaval con asperger haciendo el máster y aún siendo conocedores del tema ha sido un esfuerzo. Te tienes que ajustar en un montón de cosas, y no solo nosotros en el laboratorio, sino todos los profesores del máster. Pero hemos contado con una persona que puso la universidad para hacer un seguimiento y apoyar. Estas cosas son las que me enorgullecen de pertenecer a una universidad pública. Para la universidad ese muchacho es una ruina pero es lo que tenemos que hacer, porque somos la enseñanza pública y nuestros valores no son los del dinero.

José Ramón Alonso para Jot Down 1

Ahora se le denomina trastorno de espectro autista. ¿Por qué ha cambiado? ¿Es una especie de «cajón de sastre» como la esquizofrenia?
No. ¿Sabes lo que pasa? Los distintos neuropediatras y neuropsicólogos que trabajaban en este ámbito normalmente se ponían de acuerdo fácilmente para decir que esto o aquello era autismo o algo parecido, pero después resultaba muy difícil delimitar un diagnóstico más preciso con los criterios existentes, ya que eran muy diferentes. A raíz de esto se hizo un estudio para definir cuál era el factor definitorio para recibir un diagnóstico u otro, asperger, autismo clásico de alto funcionamiento, etc. y lo triste fue que el dato clave resultó ser a qué especialista se había ido.
Ante esto, los especialistas dijeron: «Señores, vamos a utilizar una única categoría, trastorno de espectro autista, y vamos a definirla con un rango de una variabilidad muy grande —que va desde un buen lenguaje hasta el mutismo total— para así ver cuáles son los comunes denominadores. Después ya especificaremos las características individuales de cada caso». Pero claro, una decisión así tiene sus problemas porque al haber cambiado los parámetros ahora nos cuesta un poco comparar los resultados anteriores con los actuales, aunque creo que también está haciendo que sea un sistema mucho más lógico y que tu diagnóstico no dependa de que hayas ido al especialista A o al especialista B.
¿Qué te parecen las terapias de corte psicoanalítico, que intentan dar explicaciones a veces surrealistas a ciertas acciones? ¿Las has conocido? ¿Funcionan?
Sí, con esto vas conociendo un poco de todo. Creo que el desprestigio del psicoanálisis va en aumento, entrando cada vez más claramente en el ámbito de las pseudociencias. En las que más creo son en las terapias de modificación de conducta, que en mi opinión son las que producen los cambios más claros. Aún hay mucho desconocimiento sobre las causas del autismo y esto supone que la vez hay muchas propuestas de tratamientos. Resulta evidente que entre todas estas hay muchas cosas que sobran y hay que decir cuáles deben mantenerse y cuáles no. Creo en la ciencia como sistema de toma de decisiones. Es decir, hagamos unos grupos control y experimental y veamos si funcionan o no.
Algo que se suele pasar por alto cuando se intenta informar sobre el autismo o el asperger es la orientación a las familias. Tú has escrito un libro a modo de guía. ¿Qué es lo que les explicas?
Imaginemos la situación: unos padres que están preocupados porque van pasando las semanas y los meses y algo no va bien, no encaja. A menudo hay una sucesión de visitas al médico, no pensemos que vas a la consulta y obtienes un diagnóstico. Aquí no hay un marcador de modo que te saquen un poco de sangre y te dé un número: tienes tanto de autismo. Es un proceso, el de las consultas, la búsqueda de respuestas, que puede resultar muy difícil por lo que hablábamos antes, porque desgraciadamente hay muchos profesionales que aún no tienen claras las cosas. En el mejor de los casos les refieren a un especialista, pero en otros casos toman decisiones de todo tipo: desde diagnósticos que no tienen nada que ver, a dejar pasar el tiempo. Pero vamos a suponer que las cosas funcionan bien, se le hace al chaval un estudio, te dan un diagnóstico y te dicen que tu hijo sufre un trastorno de espectro autista. Para la familia es un shock. Cuando charlo con ellos me dicen que tiene una parte buena, y es que ya han llegado al final de ese camino y saben a qué atenerse. Y también es un nuevo comienzo. Por otro lado, algunos de ellos también se derrumban porque tenían esperanzas en que fuese una cosa menor, pasajera, y de repente ya no pueden seguir, por decirlo de alguna manera, engañándose a sí mismos o alentando esa esperanza.
Lo que vi es que había una necesidad de apoyo a las familias porque en esos momentos tienen un montón de preguntas y están ahí en la consulta con un especialista y no hay mucho tiempo para aclarar todas las dudas. Aunque si os digo la verdad yo empecé con esa guía preparándola para mí mismo, quería saber las cosas fundamentales que se conocían sobre el autismo. Soy ordenado y me dije: «¿Qué cosas se han dicho sobre las posibles causas?» y «¿qué tratamientos hay en vigor?». Fui haciendo un cuaderno e iba siguiendo pistas, leyendo y anotando. Al final todo este material lo estructuré para que fuese una guía de viaje, para que fuera útil a otras personas.
Hicimos una versión corta, que se puede descargar gratuitamente en UniDiversidad, y el libro. Sé que en muchos sitios se lo recomiendan a los padres. Hay algunos mensajes que pueden parecer muy básicos, como que busquen a las familias de su zona en su misma situación, es decir a la asociación, porque les van a acoger y les van a dar un montón de ayuda y apoyo. Y también hay una serie de datos científicos actualizados. De base se trata de transmitir un mensaje de ánimo: «A partir de ahora, aunque este sea un golpe duro, las cosas van a mejorar».
Tras esa guía he seguido trabajando en una tarea que yo creo que es interesante: como científico estoy al tanto de qué es lo último que se publica sobre estos temas y lo que hago es contarlo en español y de una forma sencilla, una traducción de idioma y de nivel. Veo que es enormemente útil porque las familias y quienes tienen a su cargo personas con autismo intentan leer sobre el tema, aprender, encontrar respuestas, pero se pierde con la información científica especializada que por otro lado es la más importante. Es la más veraz pero también la más difícil de entender. En el sistema educativo seguimos apostando por la acumulación de conocimientos cuando en realidad ya no hace falta, los conocimientos son muy fáciles de conseguir hoy en día, lo que necesitamos es enseñarles a comprenderlos y a discriminar si las fuentes son fiables o no. Creo que eso es un problema de la universidad y tendríamos que hablarlo también.
No sé cómo decirlo, pero al final tu vida es lo que quieras hacer con ella. Yo dedico mucho tiempo a esto, pero me alegro de hacerlo. La guía intenta ayudar a las familias a que lean una cosa sencilla y tengan un mapa de carreteras de lo que hay a su alrededor para que a partir de ahí, sigan avanzando y no se sientan solos.

Escribí una vez un pequeño artículo titulado «Cincuenta cosas que le dirías a los padres de un chaval con autismo» y la respuesta fue espectacular. Había cosas que se te encogía el corazón al leerlas. Luego vinieron las cincuenta cosas que no les dirías. ¿Qué les dicen a los padres muy a menudo? Pues cosas como que eso se soluciona con unos buenos azotes. No, no podemos dejar que eso pase.

¿En serio?

Continuamente. Un niño con autismo es un crío que en un parque hace cosas que no encajan y la gente se piensa que está mal educado. Y el pánico que tienen los padres a que se escape. Tú les preguntas: «¿Qué hacéis para que no se escape?». Las respuestas son del tipo: «le escondemos los zapatos», «le saco una foto con el móvil todas las noches para si se escapa poder enseñar qué pijama lleva», o «lleva puesta una pulsera con un GPS». Otro contaba: «me da mucha vergüenza decirlo pero le llevo con una especie de correa». Se te pone la piel de gallina, pero a continuación te cuentan que una vez el niño salió corriendo y que estuvieron a punto de atropellarle. Forma parte de una realidad que no es nada fácil. Las familias hacen un trabajo durísimo y se sienten a menudo perdidas o solas. Si están en una ciudad grande que tiene una asociación de padres es una cosa, ¿pero el que está en un pueblo y es él solo? Y a veces es todo lo contrario: «vivo en un pueblo pequeño y todos los del pueblo le quieren y están pendientes de él». No hay nunca una única respuesta ni un único camino.
Escribí otro artículo sobre ir al supermercado, que es otro tema al que los padres me decían que le tienen pánico. Siempre es lo mismo: charlas, te cuentan y entonces empiezas a leer. Así aprendí que para un chaval con autismo el supermercado puede ser el infierno: luces brillantes, gente apresurada, música estridente… Puede coger la mayor rabieta del mundo. Frente a eso sigues leyendo, recopilando información e intentas ofrecer de una forma ordenada algunos consejos para ir al supermercado.

Además hay consejos creativos que sé que en algún sitio los han puesto en práctica, como por ejemplo con la Navidad. La Navidad es la misma tostada que el supermercado: música, colores, gente a la carrera cargada de paquetes… Pero los padres, lógicamente, quieren vivirla como una familia más e ir a que los niños vean al Rey Mago o al Papá Noel de turno. Encontré que en Estados Unidos una asociación de padres había hablado con el responsable de un supermercado para que en esa hora en la que cierran el local y están limpiando los niños con autismo pudiesen celebrar la Navidad. Estaba el mismo Papá Noel pero sin la música, con las luces atenuadas, sin gente… y los padres lo contaban llorando. No es gran ciencia, es otra cosa, pero es algo que merece mucho la pena difundir.

José Ramón Alonso para Jot Down 2

Con el fenómeno Rain Man, la gente relaciona el autismo con el hecho de tener habilidades especiales cuando esto no es lo habitual.
Respecto a Rain Man soy un poco crítico, y los padres también son críticos de entrada. ¿Por qué? Porque como tú bien dices se calcula que solo hay un 10% de personas con autismo que tienen una habilidad especial en algo y esto provoca una imagen errónea sobre el otro 90%. Aunque, cuando existe, es interesante porque normalmente no es algo muy práctico. Por ejemplo, conocí a una niña a la que le pasaba con los caballos y a los padres les ayudaba como palanca, que es una forma elegante de decir que les servía para «chantajearla». Te permitía decirle: «Si haces esto tienes derecho a abrir el libro de los caballos» y con eso la vas educando.
¿Qué te parecen iniciativas de visibilización como el cómic de Miguel Gallardo y su hija María?
Está muy bien que los padres cuenten su historia, porque es una experiencia real y nos ayuda que nos cuenten su caso concreto. Esa necesidad de comunicar es importante y que lo hagan ellos mismos también me gusta mucho.
Aunque intentes no hacerlo parece que desde la investigación hablas subido a un púlpito, por eso me gusta que las familias cuenten sus historia, porque hacen cosas maravillosas, viven situaciones difíciles y son muy veraces. Lo único, la prudencia necesaria de no generalizar. Es solo un caso. Yo, como ellos, también pienso eso: «Si has visto a un chaval con autismo solo has visto un chaval con autismo, no significa que sepas lo que es el autismo».

Veo que le has cogido el gustillo a eso de Otras historias de la neurociencia y ya has escrito El escritor que no sabía leer, El hombre que hablaba con los delfines o La nariz de Charles Darwin. Parece bastante claro que acabamos entendiendo mejor los conceptos, e incluso disfrutando más, cuando se explican a través de historias.

Sí. Soy de Castilla y León, donde los inviernos son muy duros, y hay una imagen tradicional que consiste en sentarse alrededor de la lumbre, en la cocina, y contar historias, amenas, divertidas o terroríficas. La gente se sentaba ahí porque era el único sitio en los pueblos en los que se estaba cómodo en esas horas sin luz. Asociado a este hecho existe una tradición milenaria de quien comparte algo que conoció en otro lugar. Mis historias de la neurociencia a veces buscan emocionar y a veces divertir, pero siempre intentan enseñar algo. Empecé un poco con este objetivo, quería atraer más a los alumnos en mis clases, quería buscar ejemplos que les engancharan y empecé a escribir. Luego quise compartirlo con el que no tiene una base especializada pero le gusta la cultura, le gusta la ciencia, tiene ese espíritu abierto. La verdad es que me apasiona, aprendo mucho y lo disfruto enormemente. Además parece que a la gente le gustan estos libros de historias de la neurociencia y estoy feliz. No se me acaban las historias, tengo cientos. Primero porque el cerebro da mucho juego y hay mucha investigación apasionante, y segundo porque lo relacionas con ámbitos que son inmensos como la historia, la literatura, el arte… cosas que también disfruto enormemente.

Una de tus especialices es la plasticidad neuronal y hay investigadores como José María Delgado que la consideran una teoría reduccionista. ¿Al final acabamos todos hablando de lo mismo pero desde distintas perspectivas o unos acaban invalidando a los otros?
La ciencia va avanzando basándose en la discusión con datos y argumentos. En mi caso la plasticidad neuronal es algo que veo todos los días. La veo en mi laboratorio cuando miro a través del microscopio y la veo en la gente. Mi abuela tuvo un ictus y perdió prácticamente la capacidad de hablar, pero después, poco a poco, la fue recuperando. Con los ratones trabajo mucho en el olfato, que es un ámbito magnífico de plasticidad, y es una maravilla ver cómo cambian los transmisores en cuestión de horas, cómo se reorganiza la propia estructura cerebral en un adulto. Por lo tanto, no solo no lo considero reduccionista, sino que creo que es la base de muchos de los procesos cerebrales y que el cerebro no se puede entender sin la plasticidad neuronal. Todas las teorías modernas de la memoria se basan en la plasticidad neuronal. Que alguien, con todo mi respeto a Delgado, que es un investigador formidable, la subestime o la considere una teoría reduccionista… pues no me convence, la verdad.

Parece que Delgado no habla del mismo concepto de plasticidad neuronal, él lo entiende más como elasticidad, que es como prefiere llamarla.

En el laboratorio vemos, por ejemplo, neuronas que cambian su inmunocitoquímica, es decir, que según la información que les llega cambian los transmisores que expresan; vemos como algunas zonas del cerebro se apagan… La elasticidad supone volver a la situación de partida, la plasticidad, cambiar y adoptar nuevas formas. Me quedo con plasticidad.

También investigas la capacidad del cerebro para responder de forma flexible frente a lesiones, enfermedades neurodegenerativas o drogas, por ejemplo. ¿Crees que estamos bien informados sobre los daños que puede causar en el cerebro el consumo de drogas?

No. El mayor experto que había en el Reino Unido sobre drogas, David Nutt, un catedrático muy respetado de neurofarmacología, tuvo que dimitir como presidente del ACMD (Comité Asesor sobre el Mal Uso de Drogas). ¿Y por qué tuvo que dimitir? Porque  en una entrevista como esta que me estáis haciendo él preguntó al periodista: «Si está usted con un desconocido ¿qué cree que es más peligroso ponerle delante, un bol lleno de anfetaminas o un bol de cacahuetes? Cualquier científico sabe que son mucho más arriesgados los cacahuetes». Él defendía que las drogas deberían clasificarse según lo dañinas que fueran para la sociedad y que es más dañino el alcohol o el tabaco que el LSD, el cannabis o el éxtasis. ¡El cirio que se armó! Tuvo que dimitir. ¿Estamos bien informados? No. Pero no solo a niveles científicos.
Estuve una vez con un jefe de Estado de un país centroamericano que me dijo: «La guerra contra las drogas la hemos perdido y es algo que hay que asumir; cuando te metes en una guerra, la puedes ganar o la puedes perder. Nosotros tenemos infiltrado el ejército, la policía, la judicatura, los políticos, las aduanas… Yo pago a mis policías un sueldo medio de doscientos euros y los narcotraficantes les pagan dos mil quinientos», y me comentaba que por esa razón el país se estaba derrumbando, porque todos los sistemas estatales entran en disolución por esa corrupción. Lo que quiero decir es que se trata de un tema político, económico, social y científico. Evidentemente todo esto no lo hablamos y es necesario un debate, y no se trata del debate de la legalización, sino del debate de qué está pasando con las drogas en el mundo.

En tu investigación trabajas con modelos animales. ¿Cómo se debe combatir el desconocimiento en el ámbito de la experimentación animal?

Con educación, hablando, explicando, yendo a los medios de comunicación. He vivido en países muy sensibles a este tema como Estados Unidos o Alemania y lo primero que tienes que explicar es lo que está en juego y lo segundo son las condiciones del trabajo con animales. Como sabéis nos movemos con tres normas: reducir, es decir, usar el mínimo número de animales posible; refinar, que las técnicas sean las más perfectas posibles y, por último, reemplazar en lo posible animales por otros modelos, es decir, que si hay cosas que puedes hacer con un modelo in vitro o en un ordenador en vez de con un animal pues hacerlo así.
Tenemos que hacer lo posible por alcanzar los estándares más altos de calidad en la investigación que hacemos, pero también tenemos que ser exigentes con los requisitos que lo regulan y contar a la gente por qué lo hacemos. Es importante decir: «Oye, ¿queréis encontrar algún día la cura para el cáncer? Pues no sabemos hacerlo si no es probando los nuevos medicamentos en un animal». Solo ha habido una vez en la historia que no se haya hecho de esa manera y fueron los nazis, que probaron directamente en personas saltándose la fase de la investigación con animales. Si queremos algún día tener una vacuna contra el sida, si queremos que aumente nuestra esperanza de vida, si queremos curar el alzhéimer o el párkinson, necesitamos poder hacer buena experimentación con animales. No conocemos otro camino.
A mis alumnos siempre les pregunto: «¿Cuál creéis que era la esperanza de vida en España cuando a Cajal le dieron el Premio Nobel?». Y no han pasado tantos años, han sido ciento y poco. Pensad, España acababa de perder los restos del imperio colonial pero estábamos entrando en el reparto de África, o sea que éramos una potencia europea de tipo medio, no éramos ni Alemania ni Inglaterra ni Francia, pero estábamos ahí. No sé si los lectores habrán pensado una cifra, pero la realidad era 34,9 años. Ahora es superior a 80. Eso es fruto de las vacunas, la insulina, el agua limpia y los antibióticos, y muchos otros avances que se han logrado por la experimentación animal.
Para poner a punto la penicilina murieron bastantes ratones, cientos o miles, quizá. Había que ajustar la dosis, porque si te pasabas podía ser tóxica y había que controlar muchas variables. Soy biólogo y amo a los animales, pero creo que hay una responsabilidad moral de intentar salvar la vida de las personas y eso requiere hoy por hoy el uso de animales de investigación. Yo, al menos, pienso que es un precio que hay que pagar. Para mí no vale lo mismo la vida de un niño que la de una rata. Insisto que hay que hacerlo con todas las garantías, con los mínimos animales posibles y todas las calidades en el proceso, pero en mi opinión es algo que se debe hacer.

José Ramón Alonso para Jot Down 3

Decía el doctor López Barneo cuando le entrevistamos que en Canadá es más fácil conseguir los permisos para la fase de experimentación con humanos que para la de animales. ¿Podemos llegar a eso con las restricciones europeas?

Es cada vez más complejo, los investigadores están preocupados y no estoy seguro de que la sociedad sepa lo que hay en juego. Insisto en que es necesario hacerlo con la máxima exigencia. Nosotros cada animal que usamos lo tratamos con todo el cuidado y lo aprovechamos al máximo. Hay otros investigadores que utilizan otras partes de cada animal para que en las disecciones no tenga que usar yo cinco ratones y él otros cinco, sino que los cinco nos valgan, si es posible, a los dos. Y guardamos otras partes por si de repente nos las piden.
Hay una estrategia que primero intenta prohibir la experimentación con animales y, si de momento no funciona, favorece que sea incómodo, caro, complicado… Pero no hay que olvidar que de esta manera, realizando investigación y experimentación con animales, es como ha avanzado la ciencia occidental.
Yo tengo una lista de cada premio nobel y si usó o no usó animales y qué especies de animales en cada caso, porque nos lo venden como si usáramos perritos y gatitos y eso no es lo normal. Lo normal es que usemos moscas, ratones y ratas, eso es lo habitual. No recuerdo ahora la cifra exacta, pero como en el listado hay años en los que hay varios premiados, lo mismo de ciento cincuenta premios nobel de medicina ciento cuarenta y tantos habían usado animales en su trabajo. Es el camino por el que hemos podido vencer a las enfermedades o al menos mejorar la calidad de vida de los enfermos. Si no se hubiesen usado animales para aislar y purificar la insulina, los diabéticos no tendrían que preocuparse de las inyecciones, estarían muertos. Yo no me imagino cómo se puede probar la toxicidad de un nuevo medicamento si no es así. Lo puedes probar en células, ya, pero en el cerebro, por ejemplo, tenemos una barrera hematoencefálica y ya no es la misma cantidad si la echas en un cultivo de neuronas que en el propio animal. Se hace por la seguridad de la gente y no es ningún placer. No somos sádicos, pero la sociedad debe saber lo que es la investigación con animales y si quiere que siga avanzando nuestra sanidad.

Dentro de la sociedad se han dado polémicas parecidas sobre el uso de células madre, otra de tus áreas de investigación, pero da la impresión de que ya no hay tanto ruido como hace unos años. ¿Tal vez esto sea porque la sociedad está comprendiendo la necesidad de estas investigaciones o simplemente porque ya no es un tema de interés para los medios?

Yo creo que ni la una ni la otra. La situación se ha resuelto porque cada vez sabemos usar más las células madre de adultos. Nosotros, por ejemplo, las células madre que utilizamos son también de ratones, pero de ratones adultos, y esa estrategia no está afectada por la polémica relacionada con el aborto, es decir, con el uso de células madre extraídas de un embrión. La otra parte es que las células madre embrionarias que usa la inmensa mayoría de la gente son líneas celulares, células que se reproducen desde hace décadas, con lo cual tú estás cultivando esas y no necesitas un embrión. Al final no hay debate sobre si es lícito usar un embrión humano que no se puede implantar porque en la gran mayoría de los casos ya no se hace.

¿Cómo ves el futuro de la universidad? ¿Crees que solo se podrá estudiar aquello que acabe siendo rentable de forma inmediata o quedará sitio para, por ejemplo, humanidades o ciencia básica?
La universidad es la institución más exitosa que hay en la historia de las naciones. Existe un dato curioso, y es que en el año en que se dio la primera vuelta al mundo, cuando Elcano vuelve, había unas ochenta instituciones que todavía hoy siguen vigentes, tales como la Iglesia católica o la Corona de Inglaterra, y de esas ochenta creo que sesenta y tres o sesenta y cuatro eran universidades. Ninguna otra institución ha demostrado esa capacidad de supervivencia, de adaptabilidad, de sobrevivir bajo dictaduras, bajo democracias, bajo monarquías, bajo repúblicas o bajo cualquier sistema y pese a sufrir muchos altibajos.
A mí me gusta mucho la historia de mi universidad y en Salamanca hay un momento en el que solo tiene cincuenta estudiantes. ¿Por qué? Porque los jóvenes están en la guerra napoleónica. Los nazis cuando quisieron acabar con la inteligencia polaca cerraron las universidades. ¿Y qué es lo que hacen los profesores? Pues hay uno que entra a escondidas en la universidad y coge unos cuantos libros y montan las clases en una serie de domicilios. Cuando los republicanos españoles estaban en los campos de internamiento de Argelès-sur-Mer en el sur de Francia, en una playa donde no hay nada, los que son profesores de universidad se ponen a dar clase. La universidad, en mi opinión, es indestructible y se adapta en cada momento a lo que la sociedad le pide.
¿Por qué se funda en Salamanca una universidad en 1218, hace ocho siglos? En mi opinión, porque es una zona de frontera, en una loma, y es una forma de fijar gente joven que pueda coger un arma en un momento determinado. Después, el rey, que está intentando imponerse sobre los señores feudales, necesita funcionarios, necesita gente capaz de redactar una ley o de recaudar impuestos y a esas personas las forma la universidad. Además Salamanca es la que forma los cuadros de todo un imperio colonial que funciona de forma espectacular. Vuelvo un poco a lo que decía antes, no hacemos más que flagelarnos y pensar que somos un desastre como país y no es verdad. A los pocos años de estar en América Latina estábamos construyendo catedrales, universidades y hospitales mientras que doscientos años después en Norteamérica los ingleses decidieron repartir mantas infectadas con viruela para exterminar a los indígenas. Nos acusan de atrocidades, en muchos casos con razón, pero en todo hay medidas.

En la generación de nuestros padres, ¿qué es lo que se pedía? Pues en general lo que estaba más demandado eran las profesiones liberales. Había una especie de contrato no escrito por el que tú mandabas a tus hijos a la universidad y salían con un buen puesto de trabajo. Ahora la gente se siente en cierta manera decepcionada porque cree que hemos roto nuestra parte del contrato. Pero la universidad se ha democratizado, el número de estudiantes en España se ha multiplicado por diez, hemos pasado de ciento cincuenta mil a un millón y medio, con lo cual eso, el buen puesto de trabajo esperándote a la salida, ya es más difícil. Pero este país es infinitamente mejor porque su población está más educada.

También pasa lo que decís, el tema de la proliferación de títulos. Ninguna universidad tiene en estos momentos garantías sobre su financiación y lo que hace es ir al mercado. Me acuerdo de hablarlo con los portugueses, que empezaron el proceso antes, y cuando en España teníamos ochenta titulaciones, ellos tenían ochocientos títulos de grado y creo que son veintitantas universidades en Portugal. Y me decían: «Hemos hecho un listado y la palabra que más se repite es “diseño'”». Había Diseño Ambiental, Diseño Industrial, Diseño de Hospitales… y simplemente era puro marketing para intentar captar alumnos con palabras que sonasen atractivas. Creo que todo esto se tiene que racionalizar, pero las universidades tienen un papel y un sitio, importante, necesario, para la ciencia básica y para las humanidades. Soy un defensor de la enseñanza pública y de la sanidad pública y creo que nuestra universidad, con sus males, que los tiene, es perfectamente homologable a las universidades de otros países. A mis hijos los he mandado a la escuela pública y a la universidad pública y estoy feliz de la formación que han recibido.
Insisto, no es el mundo dorado. Yo lo llevo muy mal cuando se nos compara con los clubes de fútbol. ¿A qué coño estamos jugando? ¿A qué universidad se le ha concedido un pelotazo urbanístico como el de la Ciudad del Bernabéu? A ninguna. ¿Y a qué universidad le dejan fichar a un profesor a base de talonario? A ninguna. Pues oye, si nos ponéis a competir dadnos unas reglas de juego parecidas. La universidad mejora progresivamente y hay cosas de las que no nos damos cuenta: la calidad investigadora, la evaluación de los profesores, la internacionalización, la flexibilidad en la gestión… Ahora ya lo asumimos con normalidad, pero hace unos años la gente se subía por las paredes con las encuestas de los alumnos, y cuando se montó el programa Erasmus decían: «¿Pero es que les vas a reconocer la biología marina por la ingeniería genética?». Pues sí, ¿qué pasa? Esas cosas las hemos vivido. Pienso que la universidad está cumpliendo su función con buenos resultados. Otra cosa es, ¿queréis que tengamos premios nobel? Pues dadnos los medios para hacerlo, y eso implica una estabilidad presupuestaria para poder planificar con seriedad.

José Ramón Alonso para Jot Down 4

¿Crees en la multidisciplinaridad dentro de la investigación o prefieres que cada ámbito vaya por su lado? ¿Puede un antropólogo ayudar a un neurocientífico?
Sí, completamente. A mí me resultan muy interesantes los espacios de frontera. Uno de los problemas que tenemos en la universidad española es que somos muy estancos. Si tú has empezado hoy y eres un biólogo celular, como soy yo, y quieres dar un salto a otro campo resulta enormemente peligroso para tu carrera. En otros países es todo lo contrario, se anima a llevar a cabo esos cambios porque saben que son enormemente fructíferos
Deberíamos contar con equipos más multidisciplinares de los que tenemos ahora y tendríamos que favorecer mucho más esa movilidad entre los campos de conocimiento. Digamos que yo llevo treinta años trabajando con neuronas y ahora quiero estudiar el cáncer, que ya os dije antes que me gustaba. Pues mi universidad tiene que entender que lo mismo el primer año o los dos primeros años no voy a poder publicar nada. Pero luego puede que consiga un resultado excepcional porque voy con una visión totalmente diferente, unas técnicas distintas y que por tanto puede ser realmente interesante hacerlo.

¿Tienes la sensación de que en la actualidad no se entiende que alguien pueda querer aprender por el simple placer de hacerlo?
No. Por poneros un ejemplo: doy clases en la universidad de la experiencia, a la que acude gente mayor que no tuvo la oportunidad de estudiar. Son los mejores alumnos que he tenido, de verdad, son encantadores, son cariñosos y si ven que hablo mucho me dan un caramelo para la garganta. [Ríe]. Están allí porque quieren aprender y porque en su momento no pudieron. Es gente a la que lo mismo les pilló la posguerra y tuvieron que ponerse a trabajar con doce años, y estar con alguien cuyo único afán es aprender es una maravilla.
Las universidades tenemos que olvidarnos del alumno tipo de dieciocho a veintidós años, y hay que saber que hay alumnos que vuelven para reciclarse, alumnos que deciden emprender una nueva carrera, alumnos cercanos o posteriores a la jubilación… Esto es un sistema de educación superior y eso no tiene por qué dirigirse a una edad determinada. Es posible querer aprender por placer.

Una de las líneas básicas de tu programa como rector incluía de forma relevante la digitalización de las aulas. ¿Nos vamos a una educación no presencial o seguiremos necesitando ir a clase?
Yo creo que esta es otra dicotomía irreal, que las dos cosas son necesarias. Por ejemplo, Salamanca tiene mucho nombre en América Latina y hay mucha gente que querría estudiar aquí, pero es un sacrificio terrible venir a Europa tres o cuatro años dejando, en ocasiones, a tu familia y tu trabajo. Entonces, ¿qué podemos hacer? Pues una formación a distancia completada con períodos de formación presencial.
Antes de ayer charlaba con una persona que había hecho una formación en la Open University y estaba encantada con cómo había funcionado todo. Hay cosas para las que necesitas un contacto personal y hay otras cosas que a distancia funcionan muy bien. Por eso creo que ambas cosas no son opuestas ni hay que elegir entre una u otra. Creo que el mundo digital abre enormes posibilidades a las universidades. Lo estamos viviendo ahora mismo, un buen ejemplo son los cursos MOOC. Me acuerdo que cuando las universidades más potentes del mundo empezaron a hacerlo, en las universidad española no lo entendía nadie: «¿Cómo? ¿Qué hacen un curso y además gratuito?». Pero ahora nos hemos dado cuenta de que es un sistema con unas grandes posibilidades de atracción de estudiantes, de posicionamiento global. Estamos viviendo una revolución y las universidades forman parte de ella. Están cambiando y cambian para mejor.

Además de la innovación tecnológica en las aulas, parece claro que hace falta una reforma educativa desde los propios cimientos y a todos los niveles. Todo el mundo habla del sistema finlandés y en general de los sistemas educativos nórdicos como ejemplos a seguir. ¿Podemos aspirar a esos sistemas o no se pueden comparar las situaciones a nivel sociocultural?
Pues hay cosas que son difíciles de trasplantar, pero tengo claro que podemos mejorar muchísimo. Hay que apostar tanto por el profesorado como por la formación del mismo. Soy muy crítico con las oposiciones y con que sigamos en un sistema donde para conseguir una plaza de profesor es necesario memorizar un temario. A estas alturas un esfuerzo memorístico no tiene sentido. Lo que tendríamos que pensar es cómo conseguir profesores que potencien a los chavales y que les hagan desear aprender, que les hagan leer, que les hagan que estudien por placer, que en verano hagan experimentos. Querría un sistema que seleccionase profesores capaces de hacer eso y no de memorizarse el código penal. Pongo otro ejemplo: en el siglo XX muchos de los mejores profesores que tuvo la universidad habían sido antes profesores de instituto, de secundaria, eso está cerrado en nuestro país, es imposible ahora. No tenemos que inventar la rueda, en muchos casos lo único que hay que hacer es reevaluar los sistemas. Hacen falta incentivos y no todo se arregla con dinero, pero sí que es necesario invertir en la educación.
Si tenemos diecisiete comunidades autónomas en este país y en las evaluaciones cada una de ellas destaca en algunos aspectos yo buscaría, por ejemplo, cuáles son las tres mejores en cada tema significativo. Que estas tres se lo cuenten a todas las demás y que su sistema se implante bajo consenso en las diecisiete comunidades autónomas. No estamos hablando de Finlandia, que en el invierno tienen mucho frío y tienen pocos emigrantes y todas esas pegas que ponemos. Estamos hablando de este país, donde hay quien consigue mejores resultados con medios similares a los demás, profesores similares a los demás y una sociedad similar. Lo que es evidente es que se pueden mejorar las cosas, así que preguntemos a quienes lo están haciendo bien.

¿Y pensar en una educación que no esté politizada es una utopía?
No, no lo creo. Lo que más conozco es la universidad y pienso que internamente, a nivel de funcionamiento, está muy poco politizada. Otra cosa es que la autonomía universitaria es una entelequia porque dependes totalmente de la financiación de la comunidad autónoma. Si tú tienes a un rector que está enfrentado al presidente de su comunidad, como ha habido casos, corres el riesgo de que esa universidad lo pase mal o, incluso, que el poder político decida apoyar la fundación de otra universidad. Y no hay mucho margen, porque no hay ninguna universidad que tenga recursos propios suficientes. Y entre las universidades privadas, hay que decirlo con claridad, hay pocas que den la talla. Por otra parte, las universidades a menudo somos poco exigentes con nosotros mismos. Uno de los dramas de la universidad es que gana lo mismo quien trabaja que quien no trabaja, y no hacemos nada por remediarlo.
Otro de los males de la universidad es la impunidad. El sistema es garantista con los funcionarios, lo cual nos alegra mucho a todos los funcionarios, a los servidores públicos, porque nos evita estar a merced de los cambios de gobierno. Pero es tan garantista que hay quien aprovecha esas salvaguardas para avergonzarnos a todos los demás. Tendríamos que ser nosotros mismos los que dijésemos: «Este señor no puede seguir aquí, no debe seguir aquí». Creo que todos conocemos casos en nuestras universidades que no deberían estar allí ni un día más y, en cambio, ahí siguen.
Demasiadas veces adjudicamos la responsabilidad a los de fuera: no nos dan el dinero que necesitamos para investigar, no sacan más plazas… Esto no va a ser muy popular entre mis compañeros, pero creo que, aunque tenemos la queja real y justificada de la reducción de fondos para investigación, hay poca gente que esté yendo a buscar financiación europea, a explorar nuevos ámbitos. ¿Por qué? Porque es difícil, porque no sabemos, porque nos cuesta… Es difícil, pero en estos momentos es el camino. A veces la gente obtiene los proyectos regionales, que les da para sus pequeñas cositas, para cambiar el ordenador o para ir a un congreso, y se conforma. La situación actual es mucho más compleja y mucho más difícil. Deberíamos estar esforzándonos todos en conseguir esos fondos y no lo estamos haciendo.

José Ramón Alonso para Jot Down 5

Has pasado de ser investigador a ocupar durante mucho tiempo un cargo administrativo y 
ahora eres director de políticas culturales en Castilla y León. ¿Cuál es tu percepción desde la Administración? ¿Se pueden mejorar las cosas? ¿De qué logros te sientes orgulloso en estos cuatro años?
Es evidente que se pueden mejorar las cosas. A mí me gusta la gestión, cosa que a otros compañeros les parece el peor castigo. Yo digo que la gestión es también un ámbito de creatividad y de servicio público. Hay veces que pienso que esto debería ser como las comunidades de vecinos, que todo el mundo debería pasar por una administración general porque así se quejarían menos y serían más comprensivos. [Ríe] Aunque sinceramente, sé que no es factible.
¿Me preguntas de qué estoy orgulloso? No sé si es mala suerte o es para lo que yo valgo, pero a mí siempre me han tocado los tiempos peores. Cuando llegué al rectorado de la universidad tenía un montón de ilusiones, pero lo que me encontré es que no había dinero para pagar la nómina de noviembre, lo cual es terrible. Uno puede aguantar muchas cosas, pero lo que no se puede es no pagar las nóminas a los compañeros. Ni hablar.
Aquí ha sido un poco lo mismo: he llegado a la administración autonómica en plena crisis, con unos presupuestos que se han, no sé si la palabra es derrumbado, pero que se han reducido mucho. ¿Y de qué estoy orgulloso? De los servidores públicos. Defiendo que el funcionariado, tan aperreado, es un patrimonio, es una de las riquezas de este país. Muchas de las cosas que antes se encargaban externamente ahora las hemos hecho nosotros con nuestra gente. Tenemos un personal excelente y, a pesar de que nos han reducido el sueldo, de que no hay posibilidades de promoción, etc. la gran mayoría se ha dejado la piel.

Estos años he tratado de llevar a la práctica lo que proponía antes respecto a la educación y las comunidades autónomas. En Castilla y León somos nueve provincias y tenemos nueve bibliotecas provinciales. Entonces me he fijado en quiénes son las tres mejores en seis ámbitos diferentes, por ejemplo en la actividad social de la biblioteca. Había varias que no hacían nada en este ámbito, pero había otras que tenían clubes de lectura en la cárcel, pequeñas bibliotecas que intercambiaban en los hospitales, voluntarios para ir a leer a enfermos, sistemas de libros de letra grande para residencias de mayores. Estas bibliotecas tenían personal, fondos y presupuestos similares a las demás, así que consideramos que éstas serían las que diesen las pautas y las otras tendrían que hacer algo parecido. El efecto fue multiplicador.
Teníamos muy poco dinero para actividad cultural pero había bibliotecas que organizaban conciertos, así que reuníamos a sus gestores con los de las demás con las otras y así les contaban a sus compañeros cómo eran capaces de hacerlo. Y era muy sencillo: hablaban con el conservatorio que hay en todas las capitales de provincia y, como los alumnos de último curso estaban deseando tener la oportunidad de dar un concierto, aceptaban entusiasmados. En realidad, era tan fácil como poner unas sillas en el patio o en una sala, organizarlo, difundirlo y salía adelante. El resultado es que, con menos presupuesto del que ha habido nunca, triplicamos el número de actividades. Es una gozada y las bibliotecas, en estos momentos de crisis, han sido un oasis para muchas personas. El que no tiene dinero para pagarse internet en su casa, va a la biblioteca a leer el correo electrónico; el que no tiene dinero para comprarse Jot Down, va a la biblioteca a leer Jot Down. Y creo que ese camino todavía puede dar mucho más de sí, que las bibliotecas, por ejemplo, podrían ser ahora centros de encuentro de emprendedores. Porque normalmente el emprendedor lo primero que necesita es información y el lugar clave de la información es la biblioteca. Siempre he pensado que deberíamos tener una sala vacía en cada biblioteca para que se reúna la gente que tiene proyectos y hablen entre sí.
Todas esas dinámicas son la parte de la que más orgulloso me siento.
¿Te tomas tu labor de divulgador como una afición o como parte de tu trabajo?
Tendría que pensarlo, fíjate. Le dedico mucho tiempo, iba a decir casi todo mi tiempo libre. Y de una forma metódica. Al mismo tiempo lo disfruto mucho, pero también disfruto mucho mi trabajo. Me resulta muy difícil separarlo porque mi trabajo siempre ha sido mi afición y le he echado muchas horas, no porque me obligase nadie ni por ambición, sino porque es lo que me gusta. Todos mis amigos saben que si algún día me toca la lotería seguiré yendo al laboratorio, iré a clase igual que ahora, porque no me imagino nada que me guste más que lo que hago. Como con el puesto político no podía ir todos los días al laboratorio, la divulgación me sirvió como una forma de mantener el cordón umbilical, me obligó a seguir leyendo, a seguir estudiando. Pensaba: «Si voy escribiendo, aprenderé cosas para dar mejores clases». Luego ha resultado ser un descubrimiento de gente excepcional, cargada de entusiasmo y de ideas, un ámbito con el que estoy feliz.

Investigadores como Juan José Gómez Cadenas han comentado que en alguna ocasión han recibido críticas por dedicar tiempo a la divulgación en vez de utilizarlo para investigar, que es lo importante. ¿Tú te has encontrado con esta situación?
No, no he recibido esta clase de críticas. Quizás porque ya soy mayor que otros y tengo una trayectoria detrás. El problema es que, hace tiempo, la divulgación tenía mala fama, como que eras un diletante y no te dedicabas a lo importante, que era publicar en revistas internacionales de alto índice de impacto. Yo esa parte la he hecho, he admitido que esas eran las reglas y he jugado a ese juego. Ahora tengo ciento cincuenta artículos publicados en revistas internacionales de buen índice de impacto y cinco tramos de investigación, con lo cual creo que no soy criticable en ese aspecto. Y en cambio veo que hay necesidad de llevar la ciencia de vuelta a la cultura, de que tengamos un mejor nivel científico medio en este país, eso que decía Sagan de que vivimos en un mundo dependiente de la ciencia y la tecnología pero en el que apenas nadie sabe de estos temas y eso es la receta para el desastre. Aquí veo que hay todo un camino por recorrer y creo que se lo debemos a la sociedad. El tema que hablábamos antes del autismo, por ejemplo, es algo que podemos y debemos hacer. Y es algo que yo en este momento estoy disfrutando mucho.
Pero al mismo tiempo no he abandonado la investigación, e incluso ahora he seguido publicando. Publico mucho menos, lógicamente, y además cuento con la colaboración de mis compañeros. No tengo ningún artículo de primer autor en los últimos años, lo cual es lógico porque yo no he estado en el laboratorio con mis manos, y tampoco de último autor, el lugar habitual en mi campo para el director del grupo, pero he participado en algunos artículos, diseñando, corrigiendo, escribiendo. Mi idea es seguir con la investigación, no sé como llamarla, ¿reglada?, pero también seguir con la divulgación.

¿Cómo podemos hacer comprender a la gente que las vacunas son necesarias? ¿Un caso como el que ha sucedido puede servir para evitar cientos de casos más adelante?
Desgraciadamente creo que es así. Lo primero que tenemos que hacer es escuchar. A veces, ante argumentos antivacunas, reaccionamos sacudiendo o calificando peyorativamente a sus defensores y no es el camino.
En Estados Unidos trabajé en el Instituto Salk, el que fundó el que logró la vacuna contra la polio. La gente de allí recuerda el día que se hizo pública la vacuna tan bien como el día que mataron a Kennedy: saben dónde estaban en ese momento. El ensayo clínico de la vacuna fue el mayor experimento de la historia, participaron un millón ochocientos mil niños y todos los medios de comunicación estaban pendientes. Cuando los investigadores llegaron a la rueda de prensa llevaban una cosa muy preparada, con un montón de folios, pero al poco de empezar a hablar toda la prensa se marchó a la carrera para agarrar un teléfono. Solo querían una palabra, que fue la que mandaron por los teletipos: «Funciona». En el Instituto Salk, el Día de la Vacuna sacábamos los pulmones de acero a la calle para que la gente los viera, para que todos se acordasen de que antes de la vacuna muchas personas morían o tenían que estar metidas dentro de esos tubos metálicos día y noche porque no podían respirar, porque se asfixiaban a causa de esa enfermedad.
Sin embargo, aquí se nos ha olvidado. Antes, la viruela mataba a uno de cada doce niños. En las inclusas de Madrid y en los orfanatos morían tres de cada cuatro. En la época de nuestros abuelos y bisabuelos morían decenas de miles de niños. Y se nos ha olvidado. Primero necesitamos cultura científica, necesitamos que la gente sepa de esto. Lo de la difteria ha sido como un aldabonazo, esa familia tenía a su hijo sin vacunar porque le parecía más «natural», porque algún ignorante se lo había recomendado. Ahora mucha gente se ha dado cuenta de que está poniendo en peligro la vida de sus hijos. Y nosotros lo que tenemos que hacer es que esto no termine aquí, hay que hablar y explicar qué son las vacunas, cómo funcionan, qué controles tienen… con respeto, con educación, con claridad y también con contundencia.

En estos momentos, la principal herramienta de la gente para buscar información sobre salud es internet. Por eso hay que estar ahí. Y lo que decía antes, tenemos que conseguir ser una comunidad, tener una voz, tener portavoces. Yo soy optimista. Cada vez hay más gente haciendo divulgación didáctica y seria. Veo alrededor gente joven que serán magníficos investigadores y grandes divulgadores, que estarán ahí. Pero aún nos faltan esas grandes figuras, como Neil deGrasse Tyson que a mí me encanta. Necesitamos alguien así. ¿Y por qué no? Yo lo veo perfectamente factible.

José Ramón Alonso para Jot Down 6

¿Cómo conseguimos motivar a estos jóvenes investigadores que tienen la sensación de estar metiéndose en un foso en el que van a ser mileuristas o van a ser puteados y les van a obligar a irse?
Tengo un amigo profesor que dice que hay que decirles lo contrario: «Si puedes evitarlo, no te metas en la investigación». Porque quien se meta tiene que hacerlo porque no puede imaginarse haciendo otra cosa, tiene que pelear por llegar ahí, tiene que ser investigador las veinticuatro horas del día. En parte es así. A ver, esto no es la Legión Extranjera, pero el que quiera tiene que venir de forma voluntaria y con muchas ganas, porque si no no funciona. Debe saber que no es fácil, que es un camino largo y lleno de piedras. Otra cosa es que tengamos que darles un horizonte, darles unas reglas de juego y abrirles un futuro independientemente de toda la exigencia que se les pida.
Cuando participo en evaluaciones se me cae el alma a los pies. Soy catedrático, y creo que cuando saqué la cátedra era el catedrático más joven que había en España en ese momento, pero algunos de estos jóvenes doctores que se presentan a una plaza Ramón y Cajal o a un Juan de la Cierva tienen mejor currículum que el de muchos profesores. Algunos publican donde yo no he publicado. Creo que este país no se puede permitir el lujo de perder a personas tan preparadas. El problema es que el sistema no puede crecer continuamente, al menos el sistema público. A mí me parece que cualquier trabajo honesto es bueno, pero necesitamos que, de alguna manera, esta gente tenga opciones. No tenemos satisfechas las necesidades: necesitamos profesores, necesitamos investigadores, necesitemos gente que escriba… Lo estamos viendo a nuestro alrededor, surgen proyectos, magníficos proyectos, porque hay gente que los saca adelante, y el futuro del país está ahí.
Hay cosas que nos faltan, como el salto de las pymes a empresas de cierto tamaño. Está claro que una pyme no puede hacer investigación, pero no sé por qué no conseguimos que las empresas crezcan. Conseguimos que se creen, conseguimos que algunas de las que se crean sobrevivan, pero no crecen. O ¿por qué no hacemos investigación con alianzas de pymes? ¿Alguna vez ha ido un investigador por el polígono de su ciudad para hablar con aquellas empresas y ver qué necesitan? En definitiva, lo que tenemos que conseguir es que los que realmente tengan esa vocación y lo demuestren con resultados, obtengan algo a cambio. Nos interesa que se queden aquí. Y tenemos que encontrar sistemas para los que han conseguido una plaza definitiva no se apoltronen, sigan haciendo cosas en cantidad y calidad adecuada.

Estás con Principia en pleno crowdfunding para sacar el número 0 en papel y los resultados están siendo muy buenos. ¿Cómo le explicas a un potencial comprador que pague veinticinco euros por una revista de divulgación?
Bueno, el mérito no es mío en absoluto, sino del gran equipo que hay detrás de esta iniciativa: Enrique Royuela, Cristina Escandón, Bernardo Herradón y otros muchos. También voy a decirte una cosa que puede ser políticamente incorrecta, pero es que yo en cualquier charco que me ofertan normalmente me tiro. Además, creo que hay demanda para una buena divulgación, para una buena oferta cultural. De eso también sois prueba vosotros. Por otro lado, hay una especie de solidaridad en la gente. Aquí no pagas la revista, porque cuesta menos, aquí pagas para que un proyecto nazca.
Tengo un amigo que me contaba que había participado en el crowdfunding de una película y decía: «Ahora, cuando me preguntan que a qué me dedico, digo que produzco películas». [Ríe] Pienso que es un poco una cuestión de mentalidad, de compromiso. Queremos sumar y queremos que surjan iniciativas, en el proceso la lógica darwinista hará que unas sobrevivan y crezcan y que otras desaparezcan. Al menos a mí me apetece que este proyecto nazca y si puedo ayudar lo voy a hacer. Y lo pienso hacer con cualquier proyecto similar en el que me pidan que eche una mano. Por lo que os digo: es clave, estamos creando tejido y esta tropa —un grupo de científicos, informáticos, ilustradores y diseñadores jóvenes que deciden hacer una revista— construyen el país en el que yo quiero vivir. Quizá muchas de estas iniciativas desaparezcan, pero las personas no desaparecen, se reagrupan, se mantienen en contacto… este grupo hace otra cosa y se une a este otro que hace otra. Aprenden de los errores y mejoran. Eso es clave para este país y son los veinticinco euros mejor empleados que he visto jamás.

¿Crees que tiene futuro la divulgación en papel? A veces ciertas publicaciones llegan a poner a una chica en bañador en la portada o a hablar de reiki para trabajar las ventas.
Bueno, no soy un experto, pero creo que hay un público y que a ese público hay que hacerle ofertas de calidad. A mí, desde luego, si alguien me viene con pseudociencia o con famosetes en la portada no va a conseguir que sea su público.
Soy lector de papel: de libro, de revista y de periódico pero, evidentemente, también leo mucho digital. A mí me encanta New Scientist, que es una revista inglesa. Y me encanta National Geographic. Tengo toda una estantería para esta revista porque cuando iba a Estados Unidos me iba comprando las de los años anteriores que no tenía. Ahora me arrepiento: «Joder, si es que me las tenía que haber comprado en digital y no tener aquí toda una estantería llena de cuadernitos amarillos».
Conozco poco sobre el modelo de negocio. De hecho, los de Principia saben que yo era escéptico, y por esa razón jamás seré rico, porque no auguraba ese éxito. Y lo digo como una buena noticia y encantado de haberme equivocado. También sé que lo más complicado viene ahora porque lo difícil no es sacar el número uno sino sacar el número cuatro, y eso creo que lo tenemos claro todos. Pero sí pienso, y hoy lo decía en la charla, en el nacimiento de una creatividad. Creatividad que, curiosamente, va a menudo asociada a las crisis. Las crisis a nivel literario siempre han producido obras importantes.

¿Qué libro le recomendarías a alguien que quiere empezar a leer divulgación científica?
¿Aparte de los míos quieres decir? [Ríe] Tengo un artículo escrito sobre eso en El Ciervo donde me pidieron diez recomendaciones. A ver, hay autores que me gustan mucho. Me encanta Lewis Thomas, que es muy poco conocido y para mí es un modelo a seguir. Escribe como a mí me gustaría escribir, cosas cortas y rigurosas sobre ciencia pero con un toque poético. Me gusta Stephen Jay Gould, pero me gusta menos que Thomas. Me gusta Sagan, me gusta Asimov, y también me gusta mucha gente que sigo aunque luego sus libros no tengan un recorrido enorme. Vilayanur Ramachandran me gusta también. Peter Brian Medawar me gusta. Cajal me gusta mucho. Como ves, prefiero proponer autores clásicos, de hace unos años, que las últimas novedades donde también hay cosas excepcionales.

¿Y un título concreto?
Yo le daría una oportunidad a Lewis Thomas. Tiene unos cuantos libros traducidos al español. Si no tienes dinero, seguro que en el mercado de segunda mano se encuentran muy baratos. Por ejemplo, Las vidas de la célula, La ciencia más joven: notas de un observador de la medicina, que es apasionante o Reflexiones nocturnas escuchando la Novena Sinfonía de Mahler.
Es genial ese maridaje que haces en Neurozapping donde nos acercas conceptos científicos a través de algo tan cotidiano como una serie de televisión.
Sí, surge también por el tema del autismo. Esos artículos que os comentaba antes, que los escribo traduciéndolos del inglés al español y haciendo un resumen sencillito y comprensible par cualquiera, los usa la web autismodiario.org. Es una web con unas audiencias muy altas porque la siguen mucho las familias en todo el ámbito hispanohablante. Un día, el editor, con quien me llevo muy bien, me dice: «Si te fijas en tu entrada, debajo hay un numerito que, aunque no lo ponga con claridad, es el contador». Así que miro y en aquel momento llevaba quinientas cuarenta mil lecturas de un solo post y miles de «me gusta» en las redes. No me lo podía creer. El post concreto trataba sobre Sheldon Cooper y el síndrome de Asperger. Fue entonces cuando me di cuenta de la fuerza de esa conexión con la televisión. Claro, supongo que llegaron todos a los que les interesaba Sheldon Cooper y todos a los que les interesaba el autismo. Me escribieron unos cuantos padres dándome las gracias porque decían que les costaba mucho explicar la situación de su hijo y que eso les había ayudado. Que, a pesar de todas sus particularidades, Sheldon Cooper es alguien que tiene trabajo —cosa que solo tiene el 10% de las personas con autismo—, que es querido por sus compañeros, que le respetan y asumen sus peculiaridades. Me pareció una forma sorprendente de llegar a la gente y decidí hacerlo con otros personajes que pueden actuar también de gancho. Así fue un poco la historia de ese libro.

¿Crees que en general el autismo y el asperger han salido mal retratados en el cine y la televisión?
Sí. Hay una cosa que no soporto en Rain Man. En un momento determinado, al final de la película, el protagonista, Dustin Hoffman, sonríe. Eso no lo aguanto porque parece que ha estado fingiendo todo el tiempo, riéndose de todos y eso no es así. Con Sheldon algunas veces hay un poquito de trampa también, porque cuentan cosas que una persona con asperger no hace normalmente, no se ponen en lo que el otro está pasando, no tienen teoría de la mente, que es entender lo que el otro está sintiendo o pensando en esos momentos, pero hay muchas cosas que las clava y eso es útil para muchas personas.
Hace poco he visto un documental que me ha gustado mucho; es sobre un chaval con autismo y su hermano y el viaje que hacen en tándem hasta Marruecos. El autor es Juan Rayos y es un caso real con situaciones reales. Creo que no deberíamos tener versiones edulcoradas del autismo, contémoslo con su realidad, su crudeza, su apasionamiento, su verdad.
Por otra parte, en general las personas con autismo tienen cosas que te hacen pensar. No saben mentir, por ejemplo. Entienden las cosas de forma literal, no comprenden que alguien diga algo distinto a lo que piensa. Cuando tratas un poco con ellos te das cuenta de que tienen como una inocencia mágica. Me resulta difícil explicarlo, pero me gustaría que también se valorase ese contraste entre nuestra mentalidad y la suya, no simplificarlo en que las personas con autismo son una versión estropeada de nosotros. En algunos aspectos nos pueden hacer reflexionar sobre quiénes somos y comprobar que a veces son mejores que nosotros.

José Ramón Alonso para Jot Down 7
Fotografía: Jorge Quiñoa

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Noticiero Independiente: "Las vacunas son unos de los mejores inventos de la historia"
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