Desde hace varios días, Turquía ha tomado unas medidas sin precedentes para apoyar a la coalición que lucha contra el Estado Islámico (Daesh en su acrónimo en árabe). Después de años de vacilaciones, ha bombardeado por primera vez al grupo yihadista en Siria, ha detenido a presuntos miembros en territorio turco y ha accedido a algo que Estados Unidos le pedía desde hacía tiempo: la utilización de la base de Incirlik para lanzar ataques contra el EI.
Ahora bien, el repentino espíritu ofensivo de Ankara tiene también otro blanco: el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El viernes, varios aviones turcos atacaron a militantes del PKK en Irak por primera vez en años, un hecho que empujó a muchos a declarar el fin del endeble alto el fuego en vigor desde hace dos años entre las dos partes. Coincidiendo con los arrestos de militantes del EI, las autoridades turcas detuvieron a decenas -seguramente centenares- de kurdos a los que acusan de ser miembros del PKK en territorio turco. En el pasado, las fuerzas de seguridad, respaldadas por una ley antiterrorista que considera delito pertenecer a una organización armada, han aprovechado esas olas de detenciones para atacar a políticos, activistas y periodistas kurdos no violentos.
Con estos acontecimientos, el frágil pero hasta ahora relativamente prometedor proceso de paz entre Turquía y el PKK está al borde del fracaso. Menos de 24 horas después de que los aviones turcos atacaran las bases del PKK en Irak, un artefacto explosivo en una cuneta mató a dos soldados turcos cerca de Lice, una ciudad en el sureste turco.
Las autoridades de EE UU niegan que exista ninguna relación entre el repentino espíritu de cooperación de Ankara con la coalición anti Estado Islámico y sus ataques renovados contra el PKK, pero la mayoría de los observadores creen que el hecho de que se hayan producido al mismo tiempo impide pensar en una coincidencia. Varias informaciones permiten pensar que Washington ha decidido hacer la vista gorda ante las acciones militares turcas contra el PKK en Irak y contra su organización hermana en Siria, el Partido de Unión Democrática (PYD). Al parecer, las fuerzas turcas han bombardeado también un pueblo controlado por el brazo armado del PYD, el YPG, en el norte de Siria.
Ankara teme que el PYD/YPG esté creando en la frontera entre los dos países un pequeño Estado dirigido por el PKK, que podría constituir una amenaza contra la seguridad nacional igual o peor que Daesh. Los kurdos, por su parte, tienen miedo de que Turquía utilice su guerra contra el EI en Siria de tapadera para atacar aún más al PYD/YPG y tratar de apoderarse de más territorio en el norte del país vecino, para unir Afrin, la zona más occidental que controlan, con Kobane, más al este. El supuesto llamamiento de Turquía a crear una “zona parcial de exclusión aérea” que se extienda desde Marea hasta Jarablus parece corroborar esta teoría.
Es poco probable que Ankara ataque militarmente al PYD/YPG sin el consentimiento de Washington, dado que EE UU lleva meses utilizando al grupo kurdo como socio fundamental sobre el terreno de la coalición contra el EI. Dicha colaboración ha producido algunas de las principales victorias en Siria, en particular en Kobane y Tel Abyad.
No hay duda de que la actuación militar de Turquía contra los combatientes del PKK en el Kurdistán iraquí, que muchas veces acaban luchando con el YPG en Siria, hará que a Estados Unidos le sea más difícil coordinarse con el PYD/YPG. Pero sus ataques en territorio sirio serán un obstáculo aún mayor. Aunque el uso de Incirlik puede facilitar enormemente la logística de las incursiones aéreas de la coalición, la experiencia demuestra que esos ataques funcionan mejor cuando se coordinan con un socio capaz y dispuesto sobre el terreno.
Además, las acciones de Ankara contra el PKK en Irak amenazan con aumentar las divisiones entre los propios kurdos. Las tensiones ya se han agravado por la afirmación que hizo el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, el sábado de que había recibido al líder del KDP, Massoud Barzani, expresamente para llevar a cabo los ataques contra el PKK en Irak. La sugerencia de que un líder kurdo pueda aprobar un ataque contra otro grupo kurdo indignó a muchos habitantes de dicha etnia pertenecientes a todo el espectro político, hasta que varios responsables del KDP hicieron pública una declaración en la que contradecían las palabras de Davutoglu. El PKK y el PDK son rivales históricos, pero hoy luchan contra el EI en las mismas zonas del noroeste de Irak y, desde el año pasado, en Kobane. Una mayor animosidad entre los dos grupos solo servirá para que haya menos coordinación en la lucha kurda contra Daesh.
El abandono del proceso de paz entre el PKK y Turquía puede tener consecuencias que rebasen las fronteras turcas. Desde el comienzo de la guerra civil siria, en 2012, el PKK se ha comportado como un actor transnacional importante. Ha hecho que el PYD y el YPG sean los poderes políticos y militares kurdos dominantes en Siria y ha obtenido un apoyo sin precedentes en el Kurdistán iraquí gracias a su activa participación en la lucha contra el EI en varias zonas de Irak. Por consiguiente, una ruptura del proceso de paz no solo podría desestabilizar el sureste de Turquía, sino también añadir una nueva dimensión al conflicto en Siria e Irak.
Ankara es un aliado crucial de Occidente, mientras que el PYD/YPG no es más que una pieza del rompecabezas sirio. No es comparable en absoluto el valor estratégico que tiene cada uno para Europa y Estados Unidos, aunque el PYD se haya centrado más en la lucha contra el EI. Sin embargo, abandonar el esperanzador proceso de paz en Turquía, con el riesgo de reanudar otro conflicto más en una región ya destrozada por la guerra y de poner en peligro la fructífera relación de la coalición anti Estado Islámico con el PYD/YPG, puede ser un precio demasiado caro a cambio de obtener más cooperación turca contra Daesh.
La versión original en inglés de este artículo puede leerse aquí. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.